domingo, 3 de julio de 2011

Dibujo en carbonilla, perteneciente a la serie "Manantiales"

No se trata de un montaje, para nada. Asistimos a un paisaje, caro a mi propia historia: un pedazo de mi existencia y de mi memoria, se sitúa en esos arbustos, árboles y secretos de Manantiales, cerca de Punta del Este. Playas, amplias plataformas rocosas (digámoslo así) llenas de magia, casas, casitas, caserones y bosque, mucho bosque... Si bien mucho de esto (típico de Manantiales) no aparece en el dibujo (dibujo con vista al mar, con vista al cielo), al menos lo evoco con estas frases y palabras. 
El uso de la carbonilla facilita el despliegue de contrastes nítidos, y las obras en blanco y negro suelen transmitir simpleza y claridad. Tenemos aquí un paisaje frontal –digo frontal porque se trata de la vista desde el frente de nuestra casa de Manantiales-. Un frente permanente, siempre presente –o al menos subyacente-, tanto en mi retina como en mi mente cuando estoy allá.
Tierra quebrada, ventosa… un verde opaco, cactus, matorral, algún pino (el bosque de pinos se ubica detrás, tierra adentro digamos). Y, por último, en un umbral imaginario (visual), el poste de electricidad; las Terrazas de Manantiales (de ladrillo eterno: eterno y característico para mí, para mi memoria visual, claro, aunque ausentes en este dibujo); el mar manchado, oscuro y algo revuelto, la Isla de Lobos (regia, imperturbable, aguerrida) y un cielo liviano, levemente enrarecido.

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