La época colonial
De acuerdo con el
relato de Ricardo Luis Molinari en su Biografia
de la pampa, el derrotero del ganado ovino en las tierras rioplatenses se
remonta, en virtud del inicial periplo de Ñuflo de Chávez, al año 1549. En efecto, este
conquistador español trasladó, desde el Perú hasta Asunción del Paraguay, el
primer rebaño de ovinos de la raza ibérica Churra. En 1573, en tanto, el vasco
Juan de Garay introdujo –desde Asunción del Paraguay- majadas en el sur del
Litoral, al tiempo que fundaba la ciudad de Santa Fe de la
Vera Cruz.
En 1580 y en ocasión
de la segunda fundación de la ciudad de Buenos Aires, Garay trasladó los
primeros rebaños para la campaña bonaerense (las tierras cercanas a la ciudad).
Por otra parte, Juan Núñez del Prado llevó lanares, ese mismo año, a la región
del Tucumán (noroeste y centro del actual territorio argentino). Por último, el
año 1587 fue testigo del movimiento realizado por el adelantado del Río de la Plata Juan Torre de
Vera y Aragón; los ovinos fueron llevados desde el Alto Perú hacia el Paraguay,
y desde allí hasta las actuales provincias argentinas de Corrientes, Santa Fe y
Buenos Aires.
Características de la raza española Churra
Los ovinos de
raza Churra, de buena alzada y cuerpo de porte mediano y alargado, presentan
una característica pigmentación negra en las orejas, en el hocico y alrededor
de los ojos. Se distinguen también por su cabeza alargada, sus patas finas y su
lana lacia y escasa. Se trata de un animal muy vital, rústico, resistente y
andador, totalmente adaptado a suelos escasos de alimento y a los rigores del
clima continental, propio de las mesetas del interior de la Península Ibérica. Los rebaños
suelen desplazarse por los cultivos cosechados, alimentándose de los restos de
hojas y tallos; cuando es posible, se acercan a las zonas ribereñas en busca de
una mayor cantidad de alimento.
La carne de una
cría de 25 días de vida, el llamado cordero lechal, es considerada como una de
las más exquisitas de España. Además, la hembra churra produce una gran
cantidad de leche de primera calidad (actualmente entre 129 y 240 litros en 120 días),
y puede ser madre a partir de los catorce meses, con pariciones de dos a cuatro
crías por año. La gestación, en tanto, es de aproximadamente cinco meses.
Ovejas ignoradas y descuidadas
Como España había prohibido la introducción de ovejas de raza fina
Merino en América para retener, de ese modo, el monopolio en la
comercialización de sus afamados vellones, todas las majadas
ingresadas al Río de la Plata,
en la segunda mitad del siglo xvi, pertenecían a la raza española Churra.
A diferencia de
los distintos usos y cuidados del ganado ovino, propios de los países
europeos, las comarcas del Río de la
Plata mostraron un gran desinterés por estos animales. En la
región del Litoral (las actuales provincias argentinas de Entre Ríos, Santa Fe,
Corrientes y Misiones), la explotación ganadera se concentró en
la cría de ganado vacuno cimarrón (las reses deambulaban libremente por las
inmensas praderas), y, a partir de la segunda mitad del siglo xviii, comenzaría a
desarrollarse la cría ordenada de bovinos basada en la subdivisión de la
tierra.
En los campos
bonaerenses, si bien el número de ovinos era mayor, éstos se encontraban en una
situación de absoluto abandono. Las únicas regiones del Río de la Plata que mostraron un
cierto desarrollo de la actividad lanar fueron las de Córdoba y Tucumán: allí
la lana reemplazó al algodón como insumo principal de los telares domésticos,
utilizados para la confección de tejidos.
Razones del abandono
Por otra parte, si se toma en cuenta que la colonización española fue en gran medida urbana, y que el mercado interno para los subproductos ovinos era casi inexistente –debido a la escasa población y a la gran disponibilidad de carne y leche de vaca-, puede comprenderse mejor la situación de desamparo de los rebaños.
Esta realidad solo cambiaría a partir de la fundación, en 1776, del Virreinato del Río de la Plata. Las reformas administrativas y una relativa apertura comercial, impulsadas por el rey Carlos III, favorecieron el desarrollo económico de la región y prepararon el terreno para una gran transformación de la ganadería ovina, que se iniciaría en la década de 1820.
La llegada de planteles Merino
Según la descripción de Molinari, recién en 1794 se concretaría el primer ingreso de planteles de ovinos Merino. Se trató, por lo demás, de una iniciativa individual de Manuel José de Lavardén, notable precursor de la Revolución de Mayo y propietario, en ese entonces, de una estancia en la Banda Oriental, que quedaría trunca con su muerte en 1809.
El reemplazo del
ganado de raza Churra por planteles de estirpe Merino hubo de iniciarse en 1813, por
iniciativa de Thomas Lloyd Halsey, cónsul norteamericano en Buenos Aires. De
todos modos, el principal responsable de la transformación de la ganadería
ovina argentina fue Bernardino Rivadavia, quien en 1824 (dos años antes de ser
nombrado presidente de la
Nación) ordenó la importación de cien ejemplares Merino y de
treinta animales de la raza inglesa South Down.